Mamá se fue a la peluquería
y en su abandono,
extraviados,
juramentamos rendir
un homenaje a su recuerdo.
Delineamos versos de alfombra
y en las paredes,
con libertad enunciamos
oraciones relativas al corazón,
dibujos que plasmaron
nuestro estado de ánimo:
el desconsuelo
de ausentes caricias y regañinas
y sus arranques de colérico amor.
Mamá se marchó a cortarse el pelo
y no regresó más bella.
Es más, ya no volvió.
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