entregas


mis versos no valen nada
por eso los entrego
nunca los vendo

la belleza regalada
y sin comercio
porque la poesía
no tiene precio



llamadas

 

sitiado por la nostalgia
tu corazón llama a rebato
y acudo en su defensa
raudo
armado de caricias
y de ternura expresa
para librarlo de la tristeza
y en la alegría
empoderarlo

sobreactuado



salgo al escenario

hago una reverencia

y actúo



interpreto mi vida

el encanto de ese tiempo

donde fui yo



lo muestro con emoción

con llanto con ganas

con amor

con discordancias

con la tensión

en las cuerdas vocales

de quien declama

su representación



no espero

ovación unánime

ni juicio redentor

y me retiro en paz

sin que nadie reclame

un anhelado bis

que alargue la función

el tiempo caído

 


 

y si piensas en mí

sin saber que te quise

ignorando que mi amor

tan tierno

bebió en tu luz

y en tu sonrisa

sin apenas rozarte

desde el puro sentir

con que mi corazón

detenido observaba

tu líquida belleza

la irisación de tu presencia

Todo queda

 

Y todo ya pasó

pasó como la tarde

que entrecomilló el sol,

pasó como quien come

melón en la cocina

y no se apura luego

por el aleteo sereno

del anochecer

mientras crecen anémonas

en el jardín de los ojos

donde fuimos furtivos

puente y río,

agua corriente

y hoja caída.

Pasamos nosotros

como pasa esta hora.

Esencias

 


Soy, por instantes,
tormenta, y luego calma.
Soy mar en el desierto
y desamparo en la nada.
La mano abierta
y el puño cerrado con rabia.
El pesimismo más hondo
y la alegría más temprana.
La caricia entorpecida
la dureza más liviana,
el desolado vacío
la paciencia alimentada
quien tropieza con su sombra
y quien de repente calla.
Soy el sueño destemplado
de la noche enamorada
lo que no llega y se va
la frialdad de la llama
el dolor de haber nacido
la libertad acorralada,
el destino compasivo
la realidad acordada
lo inútil de la existencia.
Soy, homínidamente humano.



Contemplaciones

 

La tarde en el puerto espera
al último sol que se ahoga
en un mar de azaleas.
Cobijo de mi voz errante
dársena de la carne en amasijo
vértigo del crepuscular olvido,
el aire de ausencia humedecido
atravesando la mano de la noche
que ahoga el día sin testigos,
lágrimas de azul marino
en mi insular latencia, entristecido.



enemigos de la guerra

los enemigos de la guerra andan con la moral baja
entre sus filas cuentan con la tristeza de la muerte que aja
el desconcierto del dolor impropio que el ánimo aplasta
y la impotencia por querer cambiar las cosas sin lograr nada

los enemigos de la guerra caminan con la cabeza gacha
mirando al suelo piensan en vidas laceradas
suspiran abatidos con alas de plomo a sus espaldas
y aguantan atrincherados en la resistencia y en la esperanza

los enemigos de la guerra son los vecinos de la calma
anónimos paseantes que te saludan cuando pasas
quienes sufren en silencio cada sangrienta alborada
de sus vidas nimias entre otra gente asustada

los enemigos de la guerra piden una tregua amistada



en la tormenta



oigo cómo la lluvia cae
sin un me mojo
cómo el tiempo me espera
en cada callejuela
para matarme

no hay tormenta perfecta
solo el relámpago
al abrirse tus ojos

esa luz que encandila
el cielo oscuro
y despeja de tinieblas
mi corazón




paspartú



nacemos para morir solo nos queda el amor un poquito de ternura y algo de imaginación para restar de esa dura condena de combustión los instantes de hermosura con que disfrutar al sol esta pequeña aventura que es vivir en la emoción de haber sido en la dulzura
y en el áspero amargor




Equinoccial


Tímido sol que afanas
mi rostro amanecido
este invierno de escarcha y de friolera,
esperaré sin ganas,
igual que quien vencido
se rinde ante una nueva primavera.



Alma en pena



No me acostumbro
a las viejas luces
ni al aire húmedo
que la noche cubre.

Hoy vienes fantasma
—énfasis pretérito—
a decir que todo
está ya acabado.

Es como el recuerdo
de un futuro próximo
habituado al cuerpo.



anunciación



llegaste tú y llegó la luz
envuelta en la mañana de la vida
vistió los cuerpos de color
bostezando de sueño todavía
rociándolos de lúcida alegría
de impudor contra la dicha

la luz
tu luz de compasión tan tibia
tatuando el cercano misterio
de cada amanecida
luego de echar andar caricias
deshaciendo tu pelo
componiendo mis días
la luminosa estela
de lo que no tiene prisa

veinte



puedo escribir los versos
de quien siempre apurado
cruza las líneas rojas de lo sensato
de quien en zapatillas sale
a comprar el pan
de quien reparte huevos todo el día
sin descanso
de quien muere despacio
en una planta de hospital
sin que lo sepa nadie
y de quien se pincha insulina
sin más

puedo escribir los versos
del muchacho autista
que asustan los humanos
de la mano que gira
la llave del dolor
de quien no siente amor
y nunca se detiene a pedir perdón

puedo escribir con alegría
a pesar de este poso
que la tristeza deja consumida
en el fondo amargo de lo humano
ese aire que encharca los pulmones
de espesa negritud
de quien sigue su camino
tose y no mira atrás
y quien pálido observa
las cuencas vacías de otro amanecer

puedo escribir sin desafecto
de quien no lee versos
porque le cuesta entender
el alma de un poema
la escasa utilidad de una poética

puedo escribir y escribo versos



doble vida


soy ese hombre que sentado en un parque
toma pastillas contra la pesadumbre
y al fresco espesor del aire
embadurnado de pájaros
desayuna con nostalgia
en monólogo de entrañas

turbias flores lo rodean
regadas por la luz y el azul que pace

y la vida ofendida pasando por delante
con su desastre caudal de segundos vertidos
su deflación prosaica
la mentira palpable

entonces recuerda aquel flaco estudiante
que alelado y perdido
volvía a casa testeando
la lánguida soledad de las ciudades
caminando como un extranjero
en tierra de nadie
y su corazón campo de minas
estallando a cada paso
sin entender qué pasaba
ni saber el temprano signo
de cuanto le esperaba

ahora tengo dos vidas
en una siempre muero
y en la otra vivo
aferrado al instante
a este instante