Abrir los ojos

Abrir los ojos, despertar,
levantarse de nuevo,
no,
comenzar de nuevo.
Despegar la fina cutícula
que los sueños fijan al cuerpo
mientras duerme,
poner el pie en tierra
y descender,
bajar al mundo.
Arreglarse para salir
a la calle,
no,
para salir de uno
y arrojarse al día,
como quien echa un despojo
a las alimañas famélicas.
Salir sin posibilidad de regresar
siendo el mismo
abandonado el cuerpo,
extraviado cosmonauta
en los cruces letales.
Volver sin ser el mismo
de todas las mañanas
de fugaces auroras eléctricas.
Sin ser,
siendo otra persona,
no,
otra persona
desvestida de su desnudez
atravesada por el uso de las horas,
por la fatiga de las palabras
amontonadas en la boca,
sin pronunciar.

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