Cierras los ojos y la vuelves a ver
es la misma muchacha refulgente,
menudita y alegre, de torso de cristal,
con vestido de tarde
y besos de melaza y de té.
La que espera a que vuelvas
a buscar dentro de ella –como solías hacer–
por todos los rincones de su piel luminosa,
en cada escondite secreto de su cuerpo,
la muchacha temblorosa, entregada
a un largo rato de amor
y a un trémulo momento de placer.
Ahora exiliado de ese territorio
al que no puedes volver
te sientes igual que aquello
que la corriente arrastra
—tronco inerte hacia el mar—,
como a quien ya vencido
nadie puede salvar.
1 comentario:
una descripción entrañable de esa muchacha y lo que despertaba en ti, así como una nostalgia tremenda frente a lo que ya no tiene retorno. Hermoso poema !!!Un abrazo y bonito fin de semana
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