Conduzco con una sola mano
la otra en la palanca de cambios
al frente el horizonte urbano
y en el retrovisor el pasado alejándose.
Aparco mi vida en doble fila
y me bajo un momento
a comprar algo de aire y de silencio.
Después salgo corriendo
por la urgencia del hábito
de estos tiempos infelices
y ajados, cargados de desánimo,
descompuestos.
Necesito caminar de nuevo
pisar las calles, sentir cercano
el soplo que madruga
en mi rostro dormido,
la elongación de mi cuerpo
la amortiguación de mis extremidades
sobre el asfalto agrietado
entre los muros del descontento,
conducirme sin prisas por las ruinas
de este mundo agotado.
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