Voy siguiendo la estrella
de santa Catalina
hasta encontrar tu estela
en la noche, perdido.
Navecita de plata
con tus velas doradas:
¡qué pronto se fue al fondo
el ancla de tu amor!
Barquichuelo bordado
sobre mi corazón,
navegante impelido
hacia el mar de pasión:
¡qué poco nos duraron
los besos a babor!
A bordadas cruzamos
el juego alentador
que juntó nuestras bocas
junto al palo mayor,
como pájaros ciegos
que intuyen la emoción
del acuático vuelo,
del viaje planeador.

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